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En esta celda en la que repaso tus huesos, tu carne astada, una rueca hila mis sentencias y cascadas. De benevolentes pieles de estrellas. 

El gusano jugó conmigo una carantoña etérea, con ella hendí mi propio abismo, urdí  un grimorio y te vi, sin una de tus cabezas depuestas.

La bala atraviesa su piel en el perfil del escamado corazón. La bala entona una balada de ídolos taciturnos.

Sumisa perla en la que pasto tus mejillas, dosificados pensares, medicinas endulzadas con hiel de menta, veneno para las hadas; colgada su piel  desde la cintura de verídicos poemas.

Un Sumidero invoca mi nombre; no puedo derrotarlo a la distancia. La caja de música en la que reposo y bailo, envuelve la morada de la pulga a la que sirvo.

Tú, en cambio, bailarina de papel de seda, fosforecencia con aroma a incienso y lustrillo, susurras lo mucho que te amo. Entonces vislumbro tus ojos de botones de esmeraldas, y, con impulso férreo, recito polen y gamuza ante tus manos; produzco la tersura de tus rostros.

El hambre, la sangre que pulsa dormida en mis venas, me insta a parlar con soliloquios pues en mis más excelsos sueños de suelos de cantos rodados, sueño con abrirte como una flor.

Y devorarte.

Vanessa Sosa

Mérida, Venezuela (1986). Historiadora del Arte (2018) egresada de la Universidad de Los Andes. Actualmente, ejerce como Bibliotecaria en una institución. Es  una escritora que se considera aprendiz y también autodidacta. Inició en el mundo de la escritura en el año de 2018 con pocos microcuentos y microrrelatos, que transformó después, en relatos más extensos. Se especializa en el género fantástico porque es el que más escribe, sin embargo, considera que hay mucho por mejorar.

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