por edicionesglasgow | Ene 22, 2025 | Relatos
Día tras día la voz del indigente le contemplaba, cuando se entregaba al clamor de los necesitados de amor; en medio de ese mundo colmado de guerra eterna. Sentía piedad por su hambruna, sus miedos y delirios, pues cada día, el olvidado se soñaba ingenuamente rodeado de esa vida digna con la cual no había podido nacer.
Y pese a sus carencias, la voz indagaba en las formas que tenía ese aniñado rostro mientras ocurría el sopor de su sueño, y sobre todo cuando mostraba la gentileza de ese corazón que pretendía contagiar de alegría a sus hermanos y hermanas en su misma condición de despreciados. Esos condenados por aquellos crueles e indulgentes que les gobernaban.
Y cuando en medio de su llanto se atrevía a gritar por ira, frustración y resignación, la voz adquiría fuerza y mudamente lo hurtaba de aquel mundo vívido en la plena agonía. A veces también la voz yacía a su lado cuidándolo, a veces quería ser él, como una forma corpórea con la cual caminaría por los senderos que se abrían ante sus ojos. Pero no era más que una voz venida del clamor de los necesitados de amor.
Sin embargo, esa voz de terciopelo no debía ser más hermosa que el silencio, mas en el silencio moraba, quieta y silenciosa, aguardando el devorar aquella alma que le permitiría vivir día tras día, cumpliendo su razón de ser. Hasta que su tan amado niño, finalmente, fuera uno con la eternidad.
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Candil de Pájaros
El heredero y el hijo
Vida por vida
Vanessa Sosa
Mérida, Venezuela (1986). Historiadora del Arte (2018) egresada de la Universidad de Los Andes. Actualmente, ejerce como Bibliotecaria en una institución. Es una escritora que se considera aprendiz y también autodidacta. Inició en el mundo de la escritura en el año de 2018 con pocos microcuentos y microrrelatos, que transformó después, en relatos más extensos. Se especializa en el género fantástico porque es el que más escribe, sin embargo, considera que hay mucho por mejorar.
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por edicionesglasgow | Ene 22, 2025 | Relatos
Fondo musical: https://www.youtube.com/watch?v=t9-G4YNKNAg
Muy muy temprano la sonrisa de un sueño se desvanece apenas despierto.
Muy muy temprano la sonrisa de un sueño se desvanece apenas despierto.
Muy muy temprano la sonrisa de un sueño se desvanece apenas despierto.
En el instante en que despunta el alba, más allá de lo evidente, entreabro mis doce ojos y doy gracias a Dios por esos regalos de sueños pasteles que devoraron las pesadillas de mi consciencia, durante mi vigilia de luz de triada de Lunas crecientes.
Para una niña cierva, que fabrica manualidades con basura reciclada, ya alumbrada por la inocencia que despide un trino avispado, desde un firmamento edificado, es sumamente agotador tejer pedazos del suelo que piso.
Esas carcajadas, de cuadros de ternura viviente, que se agolpa en mis gargantas mentoladas y como sal de uva, al encontrar a mis hermanas, abre mis astados corazones a una nueva enseñanza. Debo ser prudente si quiero sorprender a L’thran Albeyran.
Rezo por las almas que descansan las historias de cuentos de hadas, de ese príncipe de los perfumes de tiempos pasados, o el Tazyqlobresia Anmursyaji, que hace muchos muchos siglos desposó a las cicatrices de una regente. Ella lo condenó a vagar con una luminaria coronada en el centro de su frente, y, para siempre estará perdido en sus propias fantasías de ébano y marfil .
Fui prometida al príncipe durmiente, nada más nacer. Todas nosotras somos sus más devotas musas. Somos sus lirios de plata, candores para su reposo. Jamás seremos tocadas por su virilidad pero, y en un solo pero, miraremos su rostro en nuestros núcleos de vida; alimentaremos su leyenda a partir de la palabra encomendada, por la venia de este país de crudas promesas.
Me abro paso con fulminantes besos por la piel de nuestra casa de té.
La novia sombra me saluda, y con devoto sigilo, me adentro por el resto de lo que llamo la mejor aventura de mi vida inmortal.
La novia sombra me saluda y, con prudencia de Amor, me adentro por el resto de lo que llamo la mejor aventura de mi vida inmortal.
La novia sombra me saluda y, con encarnada esperanza, me adentro por el resto de lo que llamo la mejor aventura de mi vida inmortal.
En el lago de cristal, que respira detrás del patio de mi Abuela, solemos pescar tizas y gises de colores. A veces gatos con patas de conejo o camellos con treinta y tres maneras de vestir un velo con pinta de lunares de estrellas. Ella ríe con nuestras bromas de Do-La-Li-Re-Fu y nos insta a descargar el huerto con nuestras herramientas de juguetes.
Devoré las bayas soles que cuelgan en los portales de nuestras puertas, até en mi tobillo una pulsera de los listones con los que adorno a mis muñecas. Ellas me cuentan los secretos de las hormigas, el vuela pluma de las catarinas y los deseos de las termitas. Nos llevamos bien, aunque a veces, las regaño por no revelarme los tesoros que esconden las cucarachas en los escondrijos más ocultos de la cocina.
Ay, mi Abuela. Ella, y sólo ella, colorea nombres en nuestras mejillas, para que no nos consuma la planta de nuestros pies, el salvaje que reparte candiles de pájaros en las madrugadas de este país de espíritus vivientes. Ellas, las mejillas que serán besadas por el caballero que cabalga este mundo, y las nobles madrugadas, sonrosadas por las palabras que le otorgan las preciadas nocturnas amadas, se adornan con flores de navidad.
En las níveas hebras de la testa de la nona reposan flores con aroma a popurrí: celestes, amarillas, rosadas, lilas; mueve esos sus pétalos cuál mariposas, en los días de un verano del hielo y escarcha que sólo toca al poblado más allá de las quejas de los corteses aldeanos.
Al atardecer se van a dormir con un oso melindroso, que tararea baladas, con una guitarra de lana fina. Nuestro amigo oso o Vulrapo Khin come toda la miel de los árboles, y a veces por eso, el té de nuestras tazas nos resultan algo amargo por las fantásticas hierbas que, recolectamos al anochecer. Entre bailes y maromas.
Mi vestido son husos horarios. Me visto de tiempo, de espacio, de génesis. De matrices con aroma a serpentinas. Esas, y sólo esas, con las que se adornan todos los cumpleaños, en los que arrompamos a nuestra bestia, son mis principales protagonistas. Las bestias que nacen, tras pedir el más excelso deseo, al soplar las velas de un bonito pastel elaborado con las más amorosas manos.
En el instante en que están agotadas, por la incertidumbre que el día asume sobre su piel, como un resfriado, se desperezan y edifican otro montoncito de ropajes y mantas con las que lloran las lágrimas de las más dulces rosas. Sé, por boca de la canción de cuna más antigua, de una rosa que condenó las promesas de las bestias, los gorriones, los soldados de plomo y la pareja de enamorados de un insólito universo, que acudieron a ella por una oportunidad para amar.
Esa es otra historia, por supuesto.
En este relato, este y sólo este, pronuncio mi existir, con la amalgama de posibilidades que brotarían de decorosos besos, que manan desde risas de musas del bosque, con las que me río y canto y bailo, para esperar a mis orugas felices. Mi tempestad de acuarelas. Mi candor de lentejuelas. Y sobre todo, a ese regente al que jamás podré verle el rostro escondido tras un velo de tul y tafetán.
Sólo soy una niña. Una niña que edifica castillos de arena, que viaja con su volátil avión de cartón y madera, brillantina, gomaespuma y crayolas de cera; la misma niña que se adentra en las asombrosas aventuras, de amigos imaginarios, a los que observa partir hacia los brazos de los que serán la razón de sus suspiros, de su porvenir y su dicha.
Y tanto ellos, como yo, volamos hacia historias, cuentos, mitos y leyendas de Por Siempre Jamás. Canciones de Cazadores de Jaulas de fuego y Plomo. Mis Nunca, son Nuncanoches, la existencia de los Nunca Jamás de los Jamases, son Naciones de Guerras por Naciones de Juguetes; almendras con azúcar con las que unto tus dedos y leo el futuro que te aguarda.
Risueña, valerosa, soy una memoria de fuego fatuo, una comunidad en prosa.
Me llamo Ithsimil y soy la Emperatriz del Sueño Eterno.
Me llamo Ithsimil y soy la Sagrada Memoria de los caídos .
Me llamo Ithsimil y, a ti, te otorgo con cordialidad, un arropo de Paz.
Me llamo Ithsimil y soy tu Hija.
Me llamo Ithsimil y soy tu Hermana.
Me llamo Ithsimil y soy el Espejo de tus Deseos.
Me llamo Ithsimil y soy la Emperatriz de las Rosas, que otorga la felicidad, a los más afligidos.
Me llamo Ithsimil.
Me llamo Ithsimil.
Me llamo Ithsimil.
Ithsimil y soy, soy, soy las Historias Interminables de tu propia creación.
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Melodías para Desconocidos y Puertas Dormidas
Pimientas de niebla; Delfines de Plata
Los mártires no saben nadar con salvavidas
Vanessa Sosa
Mérida, Venezuela (1986). Historiadora del Arte (2018) egresada de la Universidad de Los Andes. Actualmente, ejerce como Bibliotecaria en una institución. Es una escritora que se considera aprendiz y también autodidacta. Inició en el mundo de la escritura en el año de 2018 con pocos microcuentos y microrrelatos, que transformó después, en relatos más extensos. Se especializa en el género fantástico porque es el que más escribe, sin embargo, considera que hay mucho por mejorar.
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por edicionesglasgow | Oct 3, 2024 | Relatos
«Tus ojos, lágrimas y rezos me protegen. Devastadora Ilusión. Demencia durmiente de mis albores de seda. Soy uno contigo».
En la recámara de mis huesos astados, persiste el eco, que confabula a los solariegos de mis entrañas. Quiera Él que ejecute lo desbocado. Quiera Él que monte el mundo desde estos predestinados ejes cardinales. Esa mantra que no abandona a mis testas de cristal.
Doy un sorbo a tu savia vitae, tan azul como un firmamento que reverdece en lo pútrido que reviste las pieles sumisas de las criaturas que parí. Trecemesinos. Soy el amado. Persisto en la línea de la vida; rebeldía de las colas de cerdo que asoman en cada santificada pared de su existencia.
Abro el armario del magnánimo; beso su miembro; unto su anatomía y lo abrigo con las cortinas que brotan de mi velo. Los gusanos de seda, juegos en mis hombros; él se retuerce. Tú me visitas desde el centro de mi existencia. Me susurras al oído que no renazca en el miedo que perdura entre nosotros.
En el hoy que es hoy. En el mañana que es mañana. En la tarde que es tarde recito tus génesis. Persisto en el éxtasis. Las visiones, los heraldos de Amor por amor a mis moradas. En esta vez veo a un edificio sonriente, beso el ectoplasma de tu anatomía. Terso tu ombligo y devoro los restos que me ofrece.
Suena la campanilla de plata que cuelga de mi cintura, junto a lo curtido de mi athame y las tres cabezas cuyos labios son la delicia de mi reino interior. Textuales son las apariciones que entreveo en el ojo de mi edén. Tiento al orgullo, redirecciono tus principios ante el poniente. Enfrasco recuerdos dentro de recuerdos, dentro de recuerdos. Trabajo para tu causa.
En mi morada, el velo que me arropa te envuelve. Mi desnudez perpetua por tus noches de esmeraldas. Soy el principio del fin. Ente silente de tus abismos de nácar. Estoy aquí, ahora. En el ayer, hoy, mañana. Te busco, te anuncio; resuena tu voz en mi testa como el trueno dentro de un trueno de tambores de escarlatas.
Danzo en mis sueños para ti. Mis suelos de mándalas redescubren nuestros principios y fines. Un espectro. Las notas que perlan tus ojos y las cuentas con las que perdono al dios astado sólo huyen ante mis almas de piedras preciosas.
Alzo mi cabeza. Te veo. Te escudo. Te anuncio. Hoy te venero. Hacemos el Amor en nuestras memorias. Mentes pasadas, presentes, futuras. Escribo a tu conjunción de astros, delato tu existencia. Mis rostros pintados con el lema de tu protección me dan una razón para existir.
Soy el astado encerrado en esta anquilosada anatomía. Un instrumento de tu paz. De tu hegemonía.
Una pulga, jején, ladilla, gusano, piojo que raya con delicias de susurros.
Una pulga, jején, ladilla, gusano, piojo que entona los cánticos con los que estremeces mi existencia demolida.
Una pulga, jején, ladilla, gusano, piojo que se escuda en el centro de mi pecho como crecientes lunares.
Nuestros amatorios ecos liberan al universo. Montamos el mundo con tu voz y mi existencia destellada, amistad entre las liendras de nuestras cabezas. Principios y fines desolados. Un vientre distendido me anunció en forma de cuentas de lluvia.
Genuino sonido de maracas. Envalentona la búsqueda entre nuestras etéreas corporeidades. Nuestra etérea corporeidad hace el amor con las estrellas. Hacemos el Amor con el sigilo que pintamos con henna en nuestras ramas.
Gris verdor en mis muñecas. Rosadas mejillas en las estelas de mis brumas. Ejecuto tu monólogo de hambre. Revisto al regente de mis sueños. Ese al que siempre puedo soñar en mis sueños con aroma a chinches sobre plumas de cisnes y gansos. Soy el oro, mirra y tafetán que enarbolo y atisbo ante el altar de tu presencia.
Sólo soy el instrumento de tu homónima paz. Una perla de tu luz. Creciente lucero de la mañana.
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El heredero y el hijo
Vida por Vida
Monólogo de hambre
Vanessa Sosa
Mérida, Venezuela (1986). Historiadora del Arte (2018) egresada de la Universidad de Los Andes. Actualmente, ejerce como Bibliotecaria en una institución. Es una escritora que se considera aprendiz y también autodidacta. Inició en el mundo de la escritura en el año de 2018 con pocos microcuentos y microrrelatos, que transformó después, en relatos más extensos. Se especializa en el género fantástico porque es el que más escribe, sin embargo, considera que hay mucho por mejorar.
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por edicionesglasgow | Oct 3, 2024 | Relatos
Mariposa que tejes tu telaraña de lustrosas lentejuelas; derramas lágrimas de Do-MI-La-Sol por causa de esos recién decapitados, esos con cabeza de botones de apesumbradas serpentinas.
A-E-I-O-U
Persisten en sus entrañas, de juguetes de madera, en mis recuerdos; ellos son algodón de azúcar mentolada. Rigor mortis de mis vendadas muñecas. Un abecedario destinado a los ciegos; mis ojos de vidrio, que vislumbran lo invisible y canicas con pasteles marmoleados, te desean un amistoso domingo; pan de firmeza cebada y vino de prudente cereza.
A-E-I-O-U
La serigrafía de estos angelados arcoiris; en tus cosmos de risotadas cadavericas, parten desde el vidente de tus ombligos hacia tus testas desgarradas, con espinas de notas musicales, con peines de pescados.
A-E-I-O-U
La majestad del círculos cardinales de tu lecho, tres tristes tigres mutilados, son noticias en períodicos de otroras refulgentes pasadas vidas y asfaltadas entrevías.
A-E-I-O-U
Soñadora es señal de las avenidas de tus escombros; de velas aromáticas; un roñoso silvano espectro de verbo acusativo. Poseo a las articulaciones sencillas de tus congéneres. Presente, pasado y futuro: en un conjunto de DO-Re-MI-Fa-Sol.
A-E-I-O-U
Un cifrado mensaje escrito en el cristal de una botella de coloridos génesis; de coreolis y sal de mar, de perfilado marfil y ebános sonrojados por las ácidas lluvias. Esas que rompen y recomponen a tu jaula interna; tus ahuesados principescos.
A-E-I-O-U
Quiénes te buscan, encuentran un destino pintoresco.
Bodas de Oro.
Quiénes te buscan, encuentran un destino pintoresco.
Lirios de Plata.
Quiénes te buscan, encuentran un destino pintoresco.
Candelabros de Bronce.
Quiénes te buscan, encuentran un destino pintoresco.
Colmena de Cobre.
Quiénes te buscan, encuentran un destino pintoresco.
Sillones de Acero.
A-E-I-O-U
DO-re-La-SOL
MI-Fa-RE-RE-Si.
FA-fa.
LA-Si-RE-LA.
DO-MI-DO.
Re-Re.
Vuelo de Papagayo.
Trompos de Golondrinas.
Piel de Cordero.
DO.
Re.
Mi
FA.
Sol.
LA.
Mi.
Re.
do.
A-E-I-O-U
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Monólogo de hambre
Melodías para Desconocidos y Puertas Dormidas
Pimientas de Niebla; Delfines de Plata
Vanessa Sosa
Mérida, Venezuela (1986). Historiadora del Arte (2018) egresada de la Universidad de Los Andes. Actualmente, ejerce como Bibliotecaria en una institución. Es una escritora que se considera aprendiz y también autodidacta. Inició en el mundo de la escritura en el año de 2018 con pocos microcuentos y microrrelatos, que transformó después, en relatos más extensos. Se especializa en el género fantástico porque es el que más escribe, sin embargo, considera que hay mucho por mejorar.
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por edicionesglasgow | Oct 3, 2024 | Relatos
Mi mano endiosada sesga la primera línea de la voz, voz que en decoro insta a los ciervos de céramica a pastar en esta primavera que ríe, que se asusta tan sólo al encontrarme frente a los monarcas vestidos de astros con su piel de asno comandada por lustrosos lirios y vírgenes acuarelas; un golpeteo escuda las cuchillas de mis ojos azules y grises. Heterocromia de universales sollozos. Entre tus brazos, noto un renacido lienzo que pinta solitario su propia historia. Entreveo la remembranza de los oseznos que pastan en el entremedio de la mansión que te custodia. Los espectros que se estremecen con la burla de tu presencia.
Juegan con agudos maromas, sus preseas de rocío bañan con husos horarios el centro de mis guirnaldas de piedra; ¿qué es un sinónimo de capullo sino es una flor de tomate de árbol? Un río de mensajes revienta las entrañas repletas de pasteles de carnes y verduras arropadas por tus dedos.
Trino en ultramar, y, respondes desde la lejanía con una canción que no es canción sino magma de juguetes con sabores a pimienta y atardeceres diurnos. Jazmín e Hibiscos plurales, emerguen desde mis uñas depuestas de revés.
Mis denarios de aborígenes labrados con muñecos de construcciones etéreas, pernoctan en el rito del alba que me impulsan a parir una idea plateada, libros de violáceos abismos; cicatrices de carmín de desangelado oro en mis arquitecturas fantasiosas.
Los ejes de mis cabezas duelen, los cuatro puntos cardinales gobiernan mis principios y mis fines. Turnos regentes troceados al cantar rosados poemas tejidos; cubos de tela con los que edifico oraciones de agraciadas novenas.
Quisiera ser un pájaro para sanar las heridas con aroma a dolores solariegos, que entablan el zigzagueo de tus colas, el zigzagueo de tus colas. Una, dos, nueces veces nueve. Un pergamino halado convida la historia interminable de mi familia, esa con aroma a salvaje a decorosa rosa. Esa rosa con pétalos virgenes que nos llama cada día desde un planeta árbol vivo. Una luna de hueso, un vestido, un vestido, un vestido de significados de primigenias cejas.
Soy.
Soy.
Soy.
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Vida por Vida
Monólogo de hambre
Melodías para Desconocidos y Puertas Dormidas
Vanessa Sosa
Mérida, Venezuela (1986). Historiadora del Arte (2018) egresada de la Universidad de Los Andes. Actualmente, ejerce como Bibliotecaria en una institución. Es una escritora que se considera aprendiz y también autodidacta. Inició en el mundo de la escritura en el año de 2018 con pocos microcuentos y microrrelatos, que transformó después, en relatos más extensos. Se especializa en el género fantástico porque es el que más escribe, sin embargo, considera que hay mucho por mejorar.
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por edicionesglasgow | Oct 3, 2024 | Relatos
«Esta rosa del desierto llama a la lluvia. Quien venera su presencia, acude como un condenado a sus melodías. Cada uno de los pasos que lo acercan a mí es una llamada de paraísos primigenios pese a que desconozco si lograré encontrarlo entre mis brazos para siempre. Aún perdura su estampa en este corazón que arrastra todas mis ilusiones. Mis huellas a ópera silente; porque no hay espíritu que lo pueda invocar y traerlo hasta mí».
Sus palabras susurran delineados a sol de invierno y nieve de verano. La habitación produce que su corazón latiera y lagrimeara, sin derramar una lágrima alguna. Reparte una caricia entre los barrotes; la jaula no está oxidada pero reposa en matiz bronce. Ahí perduran sus memorias. El cofre en que las ha sepultado resuena música. Melodías que silban una La crecida, que delinean un Re escrito con hilares de lana. Las Mi que hechizan los dedos que tocan sus hoscos rostros; esos revestidos con vidrioso orégano y laureles circunspectos. Delimita una forma de prestarle los ojos de sus manos. Vislumbra las alineaciones de los astros que pecan de inocentes.
El abrigo de sus rezos calma los sollozos del genuino imberbe con aroma a condenado; él matiza la arena con la que le calienta los pies. El orgullo de sus crímenes, signos de bosques y triadas de metal, esos que esgrimen una venía a sus denarios de dientes de leche y huesos de cimitarras; pigmentados con tinta indeleble para siempre en un pozo de ríos de paraísos sin final.
Él presta a callar sus sentires; él imprime sus huellas dactilares en un esbozo que musita un esgrimido de hazañas y recodos de piedras en el centro de su vesícula. Tiene hambre y viste de espejismos y cayenas. Ofrece café de uvas; pastel de zanahorias y ciruelas pasas que pastan con el rencor de las palabras mudas que se elevan, se elevan, se elevan con el futuro de los céfiros y el humo de adviento que hace el Amor con sus delicadas promesas.
Él abre la jaula. No persiste el juicio que lo condenó a vagar en la realidad sin siquiera moverse. Sus dedos se mueven, tejen un lagrimeo de lilas y árboles de lima. Las naranjas que crecen en su interior, que pare de vez en vez, de vez en vez, de vez en vez retienen los rostros infantiles de sus vástagos. Edifican pilares, consciencia con aroma a popurrí. Seda de huesos de besos. Desde el secuestro escriben una historia interminable; venenos y antídotos han trinado y sesgado a sus dominios; derrite a la razón de sus suspiros. Retira la sentencia en las nocturnas haladas que pregonan juntos; cada vez que abren las alas. Cada vez que fotografía su anatomía y la borda en el centro de su ombligo.
Cada tanto que cuenta el tiempo que anda y, con anhelantes rezos, describe a la fantasía justo a su sangre y altares. A él acude cada vez que se equivoca en las lecciones. A él confiesa sus dolencias; la magia punza y retiene lo poco de cordura que les queda. Comparten el lecho de plumas y piojos de ganso. Sobre ellos crecen flores cristalinas; la fiereza de sus voces al llamarse sin palabras hiere a sus engaños. Jamás se abandonarán el uno al otro, el otro al uno, el uno al dos.
Ambos son prisioneros y verdugos de su Amor, melodía decorosa que viste a la tumba de sus hilos rojos del Destino y muñecas con aroma a Sol. El otoño crece entre sus ramas: un firmamento anhelante de sal de mar. Un sueño que repite su ciclo de principio a fin con vestigios de cisnes y cigüeñas hechas de tejidos de papel. Hiela una brizna y recita la buena nueva de su historia en estos aquí y estos ahora.
Amor y dolor. Duermen y sueñan con ellos mismos; sueños de dulces cunas. Se anhelan, se quieren, con etéreo valor. Se anhelan, se quieren, con etéreo valor. Se anhelan, se quieren, con etéreo valor. Un lamento de sus ecos alcanza a rasgar el silencio que escuda sus penas que aguardan ante como monolitos colgantes de pies descalzos; ellos se abrazan, aún en la distancia. Ellos hacen el Amor siempre entre desnudadas pérdidas y reencuentros de crueldades magnánimas, tan sólo son dos soñadores radicales que se anhelan; tan sólo el firmamento y el mar que se llaman entre los bordes del tiempo. Están ahí, y se desmoronan, similares a un leve susurro; a un encanto. Un sagrado sueño que los unifica y en el que se buscan sin siquiera conocer sus nombres verdaderos.
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El heredero y el hijo
Vida por vida
Monólogo de hambre
Vanessa Sosa
Mérida, Venezuela (1986). Historiadora del Arte (2018) egresada de la Universidad de Los Andes. Actualmente, ejerce como Bibliotecaria en una institución. Es una escritora que se considera aprendiz y también autodidacta. Inició en el mundo de la escritura en el año de 2018 con pocos microcuentos y microrrelatos, que transformó después, en relatos más extensos. Se especializa en el género fantástico porque es el que más escribe, sin embargo, considera que hay mucho por mejorar.
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