Mi mano endiosada sesga la primera línea de la voz, voz que en decoro insta a los ciervos de céramica a pastar en esta primavera que ríe, que se asusta tan sólo al encontrarme frente a los monarcas vestidos de astros con su piel de asno comandada por lustrosos lirios y vírgenes acuarelas; un golpeteo escuda las cuchillas de mis ojos azules y grises. Heterocromia de universales sollozos. Entre tus brazos, noto un renacido lienzo que pinta solitario su propia historia. Entreveo la remembranza de los oseznos que pastan en el entremedio de la mansión que te custodia. Los espectros que se estremecen con la burla de tu presencia.
Juegan con agudos maromas, sus preseas de rocío bañan con husos horarios el centro de mis guirnaldas de piedra; ¿qué es un sinónimo de capullo sino es una flor de tomate de árbol? Un río de mensajes revienta las entrañas repletas de pasteles de carnes y verduras arropadas por tus dedos.
Trino en ultramar, y, respondes desde la lejanía con una canción que no es canción sino magma de juguetes con sabores a pimienta y atardeceres diurnos. Jazmín e Hibiscos plurales, emerguen desde mis uñas depuestas de revés.
Mis denarios de aborígenes labrados con muñecos de construcciones etéreas, pernoctan en el rito del alba que me impulsan a parir una idea plateada, libros de violáceos abismos; cicatrices de carmín de desangelado oro en mis arquitecturas fantasiosas.
Los ejes de mis cabezas duelen, los cuatro puntos cardinales gobiernan mis principios y mis fines. Turnos regentes troceados al cantar rosados poemas tejidos; cubos de tela con los que edifico oraciones de agraciadas novenas.
Quisiera ser un pájaro para sanar las heridas con aroma a dolores solariegos, que entablan el zigzagueo de tus colas, el zigzagueo de tus colas. Una, dos, nueces veces nueve. Un pergamino halado convida la historia interminable de mi familia, esa con aroma a salvaje a decorosa rosa. Esa rosa con pétalos virgenes que nos llama cada día desde un planeta árbol vivo. Una luna de hueso, un vestido, un vestido, un vestido de significados de primigenias cejas.
Soy.
Soy.
Soy.
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Melodías para Desconocidos y Puertas Dormidas

Vanessa Sosa
Mérida, Venezuela (1986). Historiadora del Arte (2018) egresada de la Universidad de Los Andes. Actualmente, ejerce como Bibliotecaria en una institución. Es una escritora que se considera aprendiz y también autodidacta. Inició en el mundo de la escritura en el año de 2018 con pocos microcuentos y microrrelatos, que transformó después, en relatos más extensos. Se especializa en el género fantástico porque es el que más escribe, sin embargo, considera que hay mucho por mejorar.
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